¡Con los chicos no! No son botín de guerra

Implicancias psicológicas en los niños,
ante la insistencia de las clases
presenciales en los conglomerados
urbanos.
Estamos trabajando sobre las
consecuencias de estas medidas.
Los efectos actuales los estamos
viendo diariamente, las secuelas y
repercusiones posteriores,
son comparables a una deuda a pagar
en 100 años.

Argentina. Capital Federal.
4 de mayo de 2021


Más allá de los riesgos y consecuencias
que trae la presencialidad escolar,
con un nivel tan alto de contagios y
muertes, y la gran circulación que se
necesita para ello, vamos hacia las
implicancias psicológicas en niños y
adolescentes.

Se habla de depresión infantil por no ir a la escuela. Es una burrada magnífica.

Los chicos pueden estar decaídos, añorando, aburridos y con más ganas de quietud que de actividad; es lo que le pasa a los adultos, especialmente si ante estas situaciones se entrega y no busca activarse. Por lo tanto este bajón en los niños es esperable. Ellos necesitan adultos referentes que los acompañen y organicen, más aún con escolaridad remota; en especial ante esta situación tan nueva e inédita de transitar restricciones en el marco de una pandemia mundial.

Que tengan depresión es otra cosa. Esta, es una enfermedad severa, aunque sea reactiva a una situación puntual, se caracteriza por un estado de inmovilidad, tristeza, desesperanza, ansiedad, pérdida de interés, vacío, impotencia. En caso que haya niños diagnosticados con depresión, se requiere investigar la comorbilidad para intervenir terapéuticamente. Si no hay disfunciones o enfermedades familiares preexistentes, los niños no hacen este cuadro de gravedad y menos por estas restricciones.

Separados estos tantos, veamos algunas consecuencias del azote pandémico.

Decimos que el psiquismo del ser humano y los sistemas familiares se forman a partir de la realidad social. Es así como, en la clínica psicológica individual y de familia, vemos las similitudes entre los grupo familiares y los distintos sistemas sociales imperantes.

Las consecuencias psicológicas que tendrá la presencialidad escolar, sobre los niños, será diferente según la familia y entorno.

Veamos algunas:

  • Casi al mismo tiempo que el presidente anunció la suspensión de la educación presencial por 15 días, aparecen con mucha fuerza manifestaciones en contra. Una de ellas es una convocatoria a firmar “LA ESCUELA ABIERTA: UNA ESPERANZA EN EL PRESENTE” (ver).

    Los títulos y lo primero que se conoce, son los conceptos que tienden a quedar en la mente.
     
  • Mensajes paradojales. Los más altos grados de contagios y muertes desde que comenzó la pandemia, con colapso sanitario en puerta (dicho por los propios anticuarentena y antivacunas), implica disminuir al máximo la circulación, pero los niños tienen que ir a la escuela.

    Al mismo tiempo que las clases presenciales se suspenden por 15 días a través de un DNU, la Ciudad de Buenos Aires las ratifica por un amparo, generando un contramensaje; dos afirmaciones que no pueden estar juntas.

    Las paradoja generan estados de parálisis y angustia.
     
  • Los niños conocen los niveles de autoridad, en lo macro y en sus familias, saben que la autoridad es de los padres, que está mal que alguien sobrepase esa autoridad dentro del hogar, sea hermano mayor, abuelos, tíos, padrinos o quien sea. Por su salud, tienen que saber que la intervención de otros para impedir el ejercicio de la autoridad de los padres, tiene que ser en situaciones donde los padres estén siendo destructivos con sus hijos.

    Es una desubicación importante que los niños no se sientan protegidos por los responsables de ellos; si cualquier otro, por más significativo que sea, los desautorizan, se desubican. Resultados, sentirse desprotegido.
     
  • Las escuelas no son foco de contagios

    Mentir, parcializar la realidad y los peligros, negar las evidencias. Trastocamiento de valores humanos básicos. Naturalmente los chicos mienten o disminuyen los hechos para zafar cuando transgreden. Es distinto y perverso que tengan que aceptar como ciertas, mentiras y distorsiones -de los adultos- que ponen en alto riesgo a todos.

    Hasta los más chicos se dan cuenta diariamente de los contagios dentro de las escuelas, como así también saben que desde la casa al colegio hay múltiples contactos de ellos y sus acompañantes y del colegio a la casa más aún, ya que un gran porcentaje se saca el barbijo e interactúan sin precausiones; ven con sus propios ojos que no tienen todos los debido cuidado, saben que el virus no los va a ir a buscar, sino que nosotros lo buscamos a él.

    Ante tantas contradicciones e incongruencias, los niños terminan siendo las víctimas. Tienen la opción de confrontar con esta situación y ser castigados o bajar la cabeza y acatar, esclavizándose.
     
  • La creación de culpas es un recurso para educar en el sometimiento.

    En tanto los chicos y adolescentes notan que con la movida que implican las clases presenciales, ponen en riesgo a los demás, especialmente a quienes más quieren. La culpa de no poder manejar la disciplina requerida, dentro y más fuera de la escuela, es incalculable. Se mezclan culpas y miedos. Y ni hablar si se muere alguien con quienes tuvieron contacto directo. Por la edad y dentro de tantas mensajes confusos no pueden darse cuenta y discernir entre culpas y responsabilidades, y que ambas, son de los adultos.

    Sí, es un sinsentido, la educación significa generar recursos para ser libres y dignos.
     
  • La asimilación de estos descalabros, es distinta en cada niño o adolescente. De la culpa se puede pasar a la insensibilidad del “quemeimportismo”, salida fácil cuando lo que se vive desde las medidas de descuido, son la negación o la indiferencia del peligro, del sufrimiento y hasta de la muerte; como así también el uso y abuso de la impunidad. Opciones muy riesgosas, en tanto que son las bases de la deshumanización.
     
  • Desconcierto ante lo inentendible. Emoción que les dificulta conectarse consigo mismo y con los demás.
    Dos ejemplos:

    A mi hija más chica no le hizo bien lo del año pasado, pero hay realidades peores. En su grado ya se aislaron varias veces y hablando con papas de otros grados que trabajan desde su casa y no salen más que para llevar a los chicos al cole, se han contagiado toda la flia. Así creo que es peor contagiarse, que lo que pueda provocar la no presencialidad escolar.
    Como nosotros trabajamos desde casa, Juani, que está en segundo grado, es el único que sale junto a nosotros para llevarlo y traerlo. La semana pasada se contagió un compañero y desde ayer él está con síntomas, con la preocupación que le genera que pueda contagiarnos a nosotros

    ¿No es desconcertante para los niños, (además de culpógeno), que ellos tengan clases presenciales, poniendo en riesgo a su familia; mientras sus padres no salen de la casa?.
     
  • Los chicos quieren ir a la escuela”, “las clases deben ser presenciales

    Impulsa a vivir desde el principio de placer, en detrimento del principio de realidad. Esto es psicológicamente grave, porque provoca una involución que lleva al egocentrismo, negación de lo dado, intolerancia a la frustración y a la postergación, egoísmo, empatías patológicas, incapacidad de sustitución de intereses o actividades.

    Conceptos que debilitan aún más, a los adultos incautos; se la creen, y sin más ni más, defienden la presencialidad, desconociendo o tapando que educar es enseñar que no se puede todo. Tener en cuenta la realidad, en tanto prioritaria, para no dar rienda suelta al placer, es educar hacia la adaptación activa y la supervivencia propia y de los demás.
     
  • Desconocer y mentir acerca de las necesidades infantiles. Son quienes se arrogan conocer más que cualquiera y ¡más que la misma persona!, cuáles son sus deseos, formas de ser, sentimientos; tienen herramientas para lograr esta estafa psicológica y desde allí manipulan a gusto y ganas.

    Vamos con un ejemplo real. Informativo televisivo de mediodía, en momentos que se hablaba de la posible interrupción de la presencialidad escolar y el desacuerdo de los promuerte. Periodista le pregunta a niño de unos 8 o 9 años si quiere clases presenciales, el niño responde que sí y que ojalá pase este virus pronto, así se puede asistir a la escuela; dato tapado por el periodista, con una serie de preguntas como si quiere estar con sus amigos, si extraña a la maestra, si prefiere estar en la escuela… hasta que la conclusión fue que los chicos no quieren que se interrumpa la presencialidad. ¿Alguien duda que los oyentes quedaron con esta visión y negaron que el niño quiere presencialidad si se acaba el virus?, ¿alguien duda que a los niños se les hace invisible lo que un adulto manipulador les invisibiliza? Es así como llegan a creer que ellos quieren dar rienda suelta a sus deseos caiga quien caiga, muera quien muera. Es esta una invisibilización de los rasgos infantiles cooperativos y de las capacidades de aguante ante los peligros importantes.

Sabiendo el estado de la pandemia y del sistema sanitario actual y la insistencia con las clases presenciales, ¿qué les pasará a los chicos?. Cada uno reacciona a su manera, en general estas cuestiones individuales tan fuerte no las transmiten. Sabemos que de las posibilidades que hemos hablado, les puede pasar unas u otras, que puede ir desde el sufrimiento a la negación. Cualquier alternativa deriva en el riesgo de reforzar exponencialmente características de la personalidad, derivando posteriormente en personas débiles o con problemas empáticos. Desde hace más de cuatro décadas estamos observando e investigando en las familias psicopáticas, ya dicho que derivan de un orden social del mismo tipo.

Pensamos que en estos tiempos de pandemia, se dañó mucho a los niños, inoculando sentidos de vida y valores perjudiciales, a quienes son el futuro, con un discurso opuesto a lo que realmente hacen.
El perjuicio depende en gran parte del tipo de familia y entorno. En tanto quienes educan, tratan a los chicos como troncos de madera para transformar en objetos decorativos o de uso, es esperable un futuro humanamente deplorable.


De los daños, hemos enumerado algunos, e instamos a que docentes, padres y personas que tengan incidencia con menores, ayuden a reparar los daños causados, a volver a los valores humanos, a las fortalezas y recursos que fueron debilitándose.

Marta Chiarelli, psicóloga, MN 8632
Mariano Guerschman, psicólogo. MN 17778